ENEDIGES YA MUERTA SE MANIFIESTA…

| lunes, 11 de octubre de 2010 | |
EQUIPO DE INVESTIGACIÓN DE “LOS FANTASMAS”

      Enediges vivió en la zona lacustre de Tzintzuntzan, conocía perfectamente toda la región purépecha, porque durante toda su vida recorrió todos los rumbos, Caminos y senderos. Desde niña acudía al lago de Pátzcuaro, en donde pasaba horas enteras, viendo el agua, mientras que los pescadores con sus “mariposas”, buscaban afanosamente el pez blanco, la mojarra y los charalitos, que ya para ese entonces comenzaban a escasear.
       Desde muy niña  Enediges tuvo por destino cuidar a su padre, con quien vivía en solitario, la mala fortuna de perder a su madre, le obligó a ocupar el lugar de atención directa hacia su progenitor y como siempre ocurre, dedicó una gran parte de su vida a consagrarse al servicio de su papá.
     En la vida no reveló Enediges que había pasado con su madre. Ninguna vez quiso correr la cortina, pero los conocidos de ella solamente acertaron a decir que había muerto una mañana cuando ella era muy niña, tan niña, que cuando creció jamás pudo ubicarla ni en el recuerdo ni físicamente. No sabe también porqué en torno de esta muerte hubo mucho de misterio.
    Ella siempre se veía con el traje de la mujer que consiste en una falda "sabalina", la cual sujetan con un ceñidor y dejan sobresalir 20 cm de tela para formar el famoso "rollo" de las tarascas. El traje consiste en una falda negra, de pañete, con enaguas blancas de manta. Portan dos ceñidores; el primero sostiene la falda, el otro sirve de adorno. La camisa se usa plegada sobre el pecho y la espalda, con una jareta a lo largo del escote; va bordada sobre los hombros y alrededor del escote, con figuras de flores, perros y otros animales. Los delantales son de cretona, en cuadros de colores. El peinado consiste en dos trenzas y llevan aretes de diversas formas. Así vestía Enediges.
     Jugaba cuando niña en su hábitat, bajo el clima templado lluvioso, a veces,  frío, en otras ocasiones, subió las montañas, admiró la  flora de pinos, encinos y madroños. En algunas veces pudo ver animales de caza como el venado, tlacuache, jaguar, onza y algunas aves como la codorniz pinta, galletera, huilotas y búhos, todo en un relieve volcánico como la zona del Paricutín. Enmarcado en sus legendarios lagos de Pátzcuaro y Zirahuén.
    Y como casi siempre ocurre  Enediges a falta de su madre, fue atendida por una tía, misma que le enseñó muchas cosas y entre ellas  el “uso” de las semillas, los frutos, las hojas, los tallos y la corteza de árboles y hierbas para preparar remedios caseros.
     Estos remedios comprenden desde infusiones o tés, inhalaciones, tintura, cataplasmas, hasta la utilización de las plantas medicinales que se utilizan como la hierbabuena, manzanilla, romero, epazote, nopal, sábila y la raíz de Michoacán, con las que se curan algunas enfermedades como gripes, catarros, problemas digestivos, respiratorios, infecciones en la piel y diabetes.
    Ella era muy cuidadosa, porque por un lado atendía a su padre, al cual siempre esperaba para que comiera, llegara a la hora que llegase, siempre lo esperaba sin comer, y posteriormente acudía a la escuela y a aprender de los tantos oficios purépechas.
     Pero una tarde su padre falleció y ella quedó en la orfandad totalitaria. Lloró mucho y volvió a llorar nuevamente. Dada día lloraba su soledad y la pérdida de sus padres, quienes ausentes la dejaban para encarar los problemas existenciales. Así pasó’ el tiempo y conforme pasaba, conoció al Padre Gerardo,  quien recién había sido enviado por el obispo para que atendiera la comunidad indígena. Ella no dudó en ayudarle, pedirle trabajo y con el poco dinero que le daban de las limosnas podía al menos vivir sin hambres y sin preocupaciones, por lo que le tomó gusto por esta actividad, tan peculiar.
    Eran los años de 1910, inicio de la Revolución cuando ella frisaba su edad adolescente y mantenía una relación de amistad con el sacerdote Gerardo, a quien le profesaba especial cariño, sobre todo porque en su mundo de soledad, estaba a expensas de utilizar el tiempo al servicio de los demás. De cualquier manera parte de su vida la había dedicado a atender a su padre, que un día, sin motivo decidió irse de este mundo, dejando aún más en solitario a esta fuerte mujer indígena.
     Los años pasaron y un buen día murió Enediges, víctima más de tristeza de que enfermedad alguna. Su sepelio fue muy humilde y sus restos fueron depositados en el mismo lugar donde reposaban los de sus padres, con los cuales ahora los une esa franja horizontal en donde se observa el mas allá, donde está el mundo de los fantasmas, donde muchos seres han equivocado el camino y buscan por todos lados una alma caritativa que los termine por ayudar.
    La historia pareció perderse en la nada. Porque al final de cuentas es una vida de una mujer sin muchos vuelos, sin muchos aires, sin muchas conquistas, a no ser que ella tenía su propia existencia, su propia vida y volaba bajito para no separarse del resto de los indígenas.
     Hace unos 30 años que ella murió. La historia que les cuento es real, porque esta mujer existió.
                                              REGRESO EL FANTASMA DE ENEDIGES
     Era casi la media noche de hace solamente quince días, cuando Checo estaba en su casa, ubicada en la periferia de Morelia. Estaba metido en su computadora revisando algunos mensajes, casi absorto.
    De pronto apreció como si “algo” lo estuviera observando, sintió como el clima comenzó a bajar y apreciarse un poco mas de frío se frotó las manos y continuó con lo que estaba haciendo, sin darle mucha importancia.
    Checo pudo advertir que su plexo solar había bajado en temperatura y de repente un especie como de golpe sintió en su cabeza y al mismo tiempo percibió que ese “algo” se le había entrado en su cuerpo. Sintió entonces temor, eran casi la una de la madrugada.
    “Sentí muchas ganas de llorar, nos cuenta, una gran tristeza me invadió y en un momento dado pasó por mi cabeza un mensaje enviado por el fantasma de esa mujer, que la paso de los minutos pude saber que se llamó Enediges y que había regresado al plano terrenal con mensajes muy claros”.
     En principio me pidió que le pusiera en la compu la canción de “las nieves de enero”, que en su tiempo, allá por los años setentas era un éxito cantado por la India María, de hecho hasta el nombre del artista fue solicitado. Cuando la canción fue hallada y a la vez entonada, Checo comenzó a sentir una mayor tristeza a grado tal que ya no pudo contenerse más y  dejó que fluyeran abundantemente las lágrimas.
    No podía parar y comenzó a sentir un miedo especial. El sabía que “alguien” había entrado en su cuerpo y que le estaba provocando esa tristeza. La misma canción de las nieves de enero fue motivo para que se acrecentar este dolor o sufrimiento, de ahí que Checo solicitó el contacto, a esta hora, con la directora del programa LOS FANTASMAS, Zarita , a quien comenzó a relatarle todo lo que le estaba aconteciendo.
     Los dos, Zarita y Checo quedaron sorprendidos en forma inmediata, porque Enediges comenzó a estar en contacto mental con los dos, incluso en el intercambio de opiniones llegó un momento en que las sorpresas se fueron acumulando.
   Checo comentaba que se trataba de una mujer y que le había preguntado por un tal Gerardo, se pudo dar cuenta que el tal Gerardo había sido un sacerdote al cual atendió la indígena y que en este momento tras de su muerte lo sigue buscando por todos los lugares incluido un nuevo siglo en el cual estamos ahora.
   En otro extremo de la computadora estaba en dialogo permanente con Zarita, misma que en un momento determinado le comenzó a platicar llamándola “mi reina”, “hermosa”. Todo hubiera quedado en esto cuando Checo le dijo a Zarita que la mujer le había comentado que estaba muy agradecida por el trato que le había ofrecido la Faraona.
   En ese ir y venir del fantasma a través del contacto de ambos se dieron cuenta que había ya una interrelación y que el fantasma estaba platicando con los dos, sobre temas diversos y complementarios.
    Ambos tuvieron ciertas manifestaciones de la presencia de esta mujer fuerte indígena que anda buscando ahora de muerta donde quedó su madre, donde está su padre pero en especial donde quedó la figura del padre Gerardo, es más, pudo confundir el físico de checo con el del sacerdote, al menos así se lo hizo saber. Solamente que lo buscaba cuando el cura tenía unos 25 años de edad.
   Ya pare ese entonces se había establecido ya el contacto.
    Al día siguiente volvió a contactar con ambos, sobre todo con Zarita, cuando ella comía le solicitó un taco de mole, con tortillas recién hechas del comal y una olla de barro llena de café, todo ello preparado en la zona indígena, en uno de los restaurantes  cercanos a Quiroga.
    Dos días después en el programa radiofónico de LOS FANTASMAS acudió checo para contar la historia de coincidencias de ambos en torno de  Enediges y de nueva cuenta volvió hacer acto de presencia, se manifestó, el programa fue intenso, pudieron conocer que el fantasma de esta mujer indígena es tan fuerte que incluso radioescuchas de Ecuador vivieron intensamente tal hecho, como es el caso de Carlos Juna, quien relata que cuando escuchaba el programa comenzó a oír ruidos extraños en el cuarto anexo. El ambiente ese puso pesado y trató de no pensar, pero el bien sabe que la fuerza del fantasma de Enediges había llegado hasta el.
    Mientras que en el estudio del programa el ambiente era pesado, singular, fantasmagórico, productores como técnicos y especialistas estuvieron inmersos en lo que ahí ocurría y todos maravillados por las tantas cosas que estaban ocurriendo.
    Enediges a la fecha anda deambulando, porque ella misma no quiere trascender a otro plano, hasta que encuentre al padre Gerardo. Por lo tanto la seguiremos sintiendo y observando de vez en cuando.

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